CAPITULO XI

 

La pareja permaneció descansando en el borde exterior del terreno pantanoso. El terreno que se extendía hacia adelante, descendía ligeramente en dirección al sol naciente. A alguna distancia de donde se encontraban, el sol iluminó con reflejos brillantes de color naranja las estructuras de dos navíos espaciales: uno pequeño diseñado para el servicio planetario de la policía del Imperio, y otro mayor, de gran estructura, propio para los viajes siderales.

—Esos son los navíos espaciales en que vinieron —explicó la chica en el lenguaje común del Imperio—. Esos navíos pequeños son usados por la policía para transporte y desplazamiento rápido en la superficie del planeta. En ese pequeño aparato han debido venir los cresnianos que intentaron cogerte, mientras que los oficiales de la policía han debido hacerlo en el gran navío estelar. Debemos tratar de apoderarnos del navío grande antes que el pelotón de la policía consiga salir del Límite. Nosotros hemos salido antes por haber viajado a través del corazón del Límite; pero ellos no se habrán atrevido a hacerlo, y tendrán que dar un gran rodeo. Esa nave espacial es nuestra única esperanza. El pequeño está inútil.

Kain miró detenidamente a la misteriosa, chica.

Tenía las facciones sucias y manchadas por el sudor; pero era realmente bonita y resplandecían con el brillo de la juventud y la inteligencia. Era realmente una muchacha preciosa. A Kain se Ie ocurrieron una docena de preguntas; pero prefirió dejarlo para, otra ocasión futura.

—¿Y cómo sabes que el aparato pequeño está fuera de servicio? —preguntó Kain intrigado.

—Porque yo lo dejé averiado. Hay poco tiempo para gastarlo en explicaciones; pero te diré que hay muchos mutantes entre la gente de las Islas del Mar de las Brumas y yo soy uno de ellos. Nosotros somos los hijos de los contaminados por las radiaciones que siguieron a la espantosa guerra atómica, y que consiguieron formar una colonia. Fuimos conquistados por los Señores que nos redujeron a la condición de esclavos. Y cuando los señores, cayeron dominados por la tiranía del régimen de Escario, se les permitió conservar su personal esclavo, bajo las condiciones estipuladas en su miserable alianza.

Kain comprendió con un signo afirmativo de la cabeza. Una nueva luz iba surgiendo en su mente, que le explicaba muchas cosas que hasta aquel momento se 'le aparecieron confusas. Al menos comprendió porque los Señores iban adornados con fuertes cascos en la cabeza. Una esclava mutante que pudiera leer sus recónditos pensamientos, habría sido una complicación.

—Yo supe la traición que pensaban cometer los Señores — continuó la muchacha—, lo leí en la mente de los otros sirvientes, después de haber sido instruidos para que denunciaran a la policía, que uño de los mutantes a los que buscaba con tanto interés, iba a ser escoltado hasta el Límite.

A la memoria de Kain, vino la imagen del Señor Tran, dando instrucciones al criado de piel escamosa para que fuese a buscar vino, acompañando la orden con ciertos signos en el aire de sus dedos en forma de espátulas. En aquellos signos cabalísticos se encerraba mucho más, de lo que él o Targil pudieron haber imaginado. Debía ser una señal convenida de antemano, para enviar la policía del Imperio a la zona pantanosa del Límite.

—Yo me escapé del Palacio de la Alianza — continuó la joven—. No era difícil. Los Señores están convencidos de que nos hallamos los esclavos tan fuertemente amarrados con. este pesado anillo de hierro que llevamos al tobillo, que no podemos ir muy lejos; pero sí podemos’ sí deseamos hacerlo. Por esa circunstancia no nos tienen demasiado vigilados. Yo llegué aquí justamente después de que hubieran aterrizado la gran nave espacial aquella y el otro pequeño aparato. Después de ver que toda la ' gente se dirigía corriendo hacia el Límite, me dirigí hacia el aparato pequeño, que estaba sin vigilancia, recogí una pistola y disparé sobre los controles, destrozándolos, dejándolos totalmente fuera de servicio. En seguida me lancé de lleno al Límite, confiando salir en algún lugar cerca de donde tú te encontrabas y en ayudarte a combatir a la policía con mi poder mental telepático. No es que yo sea muy efectiva, ya que soy mutante de segundo grado. También me di cuenta que debía lanzarme por la vía más corta, en derechura al corazón del mismo Límite.

—Por el ¡mismo corazón del Límite! —preguntó

Kain asombrado, recordando el horrible pasaje de aquel lugar infernal—, Pero ¡te jugaste Ja vida, fue demasiado riesgo!

—Casi estuve a punto de perecer; pero logré pasar. Por eso es por lo que te urgía constantemente en el camino de vuelta, sabía que podríamos superar la prueba si no desfallecíamos. Pero creo que ahora, al volver nos hallábamos demasiado agotados para haber podido superar la prueba. Afortunadamente, esa joven hermana, mutante de primer grado, detectó nuestra terrible dificultad y nos sacó fuera.

Darrel Kain miró a la joven esclava con admiración y un sentimiento de gratitud afloró en su corazón. Era' increíble que hubiera arriesgado su vida en los horrores del Límite, atravesándolo sola, Kain intentó expresarle su agradecimiento en palabras; pero lo consideró inadecuado. Aquel sentimiento de profunda gratitud se vio interrumpido, repentinamente, por un grito de la joven. Con el brazo señalaba a un punto alejado pocas yardas de donde ellos permanecían, al margen del Límite.

Una docena de policías, seguramente lo que quedaba del pelotón que les había perseguido en la zona infernal del Límite, empezaron a surgir a la llanura. Hacían espavientos con los brazos, gritando como si reclamasen alguna acción urgente, señalando hacia los dos mutantes. Del Límite externo de la marisma, continuaron saliendo más hombres, en cuyas armas y cascos, el sol hacía brillar fulgurantes destellos. Se dirigieron corriendo hacia donde se hallaban Kain y la chica. De nuevo. Kain tomó en sus brazos la grácil figura de la joven esclava cresniana y se dirigió en una loca carrera hacia el aparato pequeño.

Tras Kain se oía un clamor de gritos, enardeciéndose mutuamente para dar caza a los fugitivos. Kain llegó rápidamente al aparato, lo contorneó y cruzó como una centella el espacio que le separaba hasta alcanzar el navío estelar situado algo más allá del primero. Sin perder un segundo, alcanzó el acceso al interior de la nave, lanzando con pocas formalidades el cuerpo de la chica sobre el duro suelo metálico, saltando inmediatamente y cerrando la escotilla exterior, justo en el momento en que un disparo se estrellaba junto al cierre. Con mía energía renovada, la pareja se apresuró a dirigirse hacia la cabina de control. No era muy complicada y se parecía bastante a la antigua nave que utilizó en su fracasado intento de escapar de Stanarta Mayor. Le bastó un vistazo a su alrededor para hacerse cargo del gobierno de la nave. Empujó a la joven contra la litera de aceleración, con rápidas instrucciones de que no había tiempo para sujetarla convenientemente con los cinturones de seguridad. Actuó instantáneamente sobre palancas y llaves y se dejó caer sobre su litera, ¡mientras que el navío surgía como una centella hacia el cielo, en aquel amanecer luminoso, dejando un trazo en la limpia atmósfera de la mañana.

Envueltos en el humo de los cohetes reactores de la nave, los policías se tiraron al suelo para evitar las quemaduras del disparo de arranque y con ojos atónitos se quedaron contemplando el raudo vuelo de la nave espacial que se perdió pronto de vista.

En el interior de la nave, Kain se mantuvo con un mando en una mano y otro en la otra, lanzando al navío ,espacial en un salto curvo y seguro hacia, la alta atmósfera. Tras unos momentos, volvió a recobrar la respiración normal, sacudió la cabeza para aclararse el mareo y esperó unos instantes para que su estómago volviera a ocupar el lugar conveniente. Con la gracia de un antiguo caballero, hizo una inclinación casi cómica con aquel aspecto desharrapado y cubierto de barro que ofrecía y se volvió hacia la chica, que empezaba a incorporarse de su litera de aceleración.

—Parece que tengamos poco tiempo que dedicar a formalidades, tales como el presentarse —dijo rígidamente—, pero mi nombre es Darrel Kain.

—El mío es Lell —repuso la joven sonriendo divertida—, No tengo otro nombre, sino el de Lell solamente. La joven ofrecía un aspecto encantador, 8omo el de una niña traviesa que se ha revolcado en el barro.

La pantalla del espacio, les mostró Cresna extendida bajo la nave, como un mapa desplegado. Kain hizo girar a la nave hacia abajo, acortando la velocidad, y localizó una franja arenosa del terreno frente al mar. La estructura metálica de la nave estelar abandonada brilló junto a la playa. Kain puso al navío espacial en una serie de círculos en espiral y envió a Karla un urgente mensaje telepático:

— ¡Suba a bordo tan pronto como aterrice! ¡La policía estará tras nuestra pista, por docenas, en cuestión de minutos!

El navío se lanzó sobre la franja arenosa suavemente, dejando un trazo profundo al tomar tierra. Kain abrió la escotilla de acceso y vio a Karla llegar rápidamente y saltar dentro, con sus hermosos cabellos dorados y su capa bordada de plata, flotando, en la brisa de la mañana.

* * * *

Escario Gundaarson era viejo. Había vivido mucho tiempo y con intensidad una larga vida llena de aventuras y en el curso de su larga existencia, había oído y aprendido muchas palabras de grueso calibre. Parecía que cada uno de cuantos tacos había aprendido, se hallaba ahora a flor de labios, mientras vociferaba tronando improperios en los inmensos salones de la Jefatura del Nuevo Imperio.

A su lado, se encontraban diversos oficiales de alto rango de la policía del Imperio, de pie y mudos de terror, oyendo con las orejas como la grana, la opinión que Escario tenía de todos ellos. Sus capitostes favoritos de aquel planeta lejano, Cresna, que tenían la misión de mantener en alto el prestigio del Imperio, en aquel mundo bárbaro y a medio formar, con su horrible mezcla de criaturas humanas y subhumanas y que debían mantener a toda costa el dominio sobre aquella lejana barbarie, habían fracasado de la forma más desgraciada e imperdonable, permitiendo que las dos criaturas más perseguidas del Imperio, se escaparan de sus garras, saltando fuera del planeta, con lo que aún resultaba mucho peor: con un navío tomado a la misma policía encargada de arrestarles.

Escario era viejo y casi un enano, encorvado y arrufado por el peso de la edad; pero todavía conservaba una increíble energía, que ahora derrochaba a chorros, mientras bufaba, gritaba, daba golpes contra su mesa y miraba con ojos que parecían querer fulminar a aquellos altos dignatarios del Imperio, alineados a un lado de su mesa.

—¡Escapados! —tronó a sus altos oficiales—. ¡Escapados en una nave de la policía! ¡Volando en dimensión curva y dispuestos a perderse en cualquier punto de la Galaxia! ¡Tengo cientos de policías, millares, en docenas de planetas y todos son una partida de imbéciles!

El viejo dictador lanzó sus brazos hacia arriba, en un gesto furioso, moviendo los dedos como las garras de un viejo halcón, mirando con sus ojos fanáticos a los encopetados jefes de su Servicio Secreto.

—¡Ese hombre, ese mutante, tiene el secreto de las bombas mentales! —tronó de nuevo—. Debería haberse encerrado dentro de un traje de fibras nerviosas, hace ya tiempo: esas fórmulas tienen qua ser arrancadas de ese maldito. ¡Y de la chica también! ¡Esos traidores, pérfidos, canallas con doble juego, y esa condenada mujer!

Rodó los ojos por las órbitas mirando al techo, como si buscase alguna ayuda, en su desesperación, de alguna parte superior a sus inmensos poderes.

—¡Traidores y enemigos de una parte! —gritó—, ¡Estúpidos y gente incompetente da la otra! Y el Imperio se halla amenazado por seres sobrehumanos conspirando malvadamente desde esa bastarda luna de Oix. Os digo, que esas dos personas, Darrel Kain y la que fue en tiempos Heroína, Karla Morton, tienen que ser encontradas, cueste lo que cueste. Los quiero dentro de sendos trajes de fibras nerviosas. Quiero sus cuerpos colgando de la horca y sus orejas clavadas contra las puertas de este propio Palacio del Imperio Central.

Escario continuó gritando y pateando, disparando orden tras orden y dictando decreto tras decreto, en una salvaje explosión de su terrible temperamento. Despidió a los oficiales de la policía del Imperio y se dejó caer agotado en un suave y cómodo sillón a su aran mesa de despacho.

Permaneció todavía bufando y haciendo signos con la cabeza y las manos, murmurando los tacos más sombríos contra la inutilidad de sus altos servidores, antes de darse cuenta de que se encontraba en la habitación, la figura de una persona que había permanecido en ella, mientras que todas las demás se habían marchado rápidamente. Aquella figura presente, era la de un individuo obeso y cuadrado, con las facciones más parecidas a un simio Que a un hombre, en las que brillaban dos ojillos brillantes como dos granos de café. Vestía el uniforme de un Comandante del Cuerpo Penal del Imperio.

—Señor, ¿por qué no me permite que sea yo el que tome una fuerza especial para la captura de Kain y de la mujer? —preguntó untuosamente. Y añadió con lo que él suponía sería de un humor irónico: —¡No sabe usted de qué forma, quiero yo, a los miembros de la Liga Mutante!

Escario Gundaarson se incorporó de su sillón, se apoyó en el borde de la mesa y miró fijamente al Comandante.

—Usted los quiere lo suficiente, como para permitirles que hayan hecho de usted un completo idiota, dejándoles en una nave espacial: saliendo, usted en rn salvavidas y corriéndose el mayor ridículo de su vida.

La sonrisa de sicofante que animaba la faz de Scudderman, se desvaneció de su adiposo semblante, Scudderman ya había recibido una bronca verbal, el de Escario que casi le reduce a cenizas, a él, y al resto de la tripulación del navío espacial, que en naves auxiliares salvavidas fueron recibidos en presencia del dictador, después de que fueron recogidos por los cruceros espaciales del sistema de Veldaa, por miedo de sus buscadores electrónicos y transportados al trono del Imperio Central. Mientras que llegaban al cuartel general de Escario, poco antes había llegado la noticia de la sospecha de traición por parte de la Heroína del Imperio. Escario había sido informado de que el navío espacial robado, había sido localizado en él sistema de Deeva, y de todo lo ocurrido después.

Escario, en el colmo de su furia, tomó parte personal en aquel asunto, contra Scudderman, el Capitán Abdullah y el resto de los oficiales de la nave espacial, y poco faltó para hacerlos ajusticiar a todos. Y ahora, las nuevas noticias habían llegado a través de la luz. Los fuera de la Ley habían tomado tierra en Cresna, y caído en una trampa tendida por la policía y los Señores del bárbaro planeta y no sólo se habían escapado, sino que además, lo habían hecho en una magnífica nave tomada a la propia policía. Aquello había producido la terrible tormenta desatada contra toda la policía y la administración y con todo, allí estaba Scudderman, persistiendo en despertar de nuevo la tormenta del dictador y sugiriendo tranquilamente que él se encargaría de tomar bajo su mando una nueva fuerza para salir en persecución de Karla. Motón y Darle Cayn.

Escario Gundaarson. recapacitó un momento. Miró a Scudderman dispuesto a tronar de nuevo y enviarlo al diablo; pero a través de su- mente sutil, discurrieron los hechos del largo historial de Scudderman.

Desde el punto de vista del Imperio, era un gran historial. Había sido un excelente Comandante Jefe del planeta-penal Grazil-Dos, por su alta eficiencia en la crueldad brutal con que empleaba sus métodos a rajatabla, haciéndose famoso por el terror y la más alta brutalidad imaginable. Scudderman era un hombre del Imperio, no había dudas con respecto a ello. Se había hecho famoso por su enemistad irreconciliable contra todos aquellos que se atreviesen a actuar contra las regias y disposiciones del Nuevo Imperio. Y como reflejo del sentir de Escario, Scudderman profesaba un odio espantoso contra Karla Morton y Darrel Kain.

El dictador tras haber reflexionado fríamente unos instantes, se echó hacia atrás en su sillón y consideró la proposición del Comandante. Sin abrir los ojos dejó escapar, palabra a palabra, entre dientes la respuesta siguiente:

—Le entregaré a usted veinte naves espaciales con sus correspondientes tripulaciones, Scudderman. ¡Tráigame a esos dos mutantes o quítese de mi vista para siempre!

* * * *

El rápido navío de la policía, con los tres mutantes a bordo, se hallaba navegando por el vacío interestelar, en el vuelo de la dimensión curva. En la cabina de control, Kain se hallaba estudiando una vasta carta estelar de la Galaxia, complicado y fatigante, con sus infinitos detalles. Karla se hallaba curando y limpiando el tobillo herido de Lell, del cual Kain había cortado el pesado anillo de hierro de esclava, utilizando un soplete que halló en el depósito de las herramientas de la nave.

Todos guardaron cerrados sus bloques mentales voluntarios y conversaban de palabra. Karla les estaba explicando qué había ocurrido durante el período del contacto perdido con Kain en el Palacio de la Alianza, hasta su intervención telepática que salvó a la pareja de perecer en las horribles marismas del Límite.

—Tomaron contacto conmigo desde La Vorágine —decía Karla—. Es imposible, aún para un mutante de primer grado, intentar tomar contacto primero con ellos. Es preciso esperar, hasta que ellos lo hagan, para lo cual necesitan la cooperación de un grupo concentrado de mutantes de primer grado, reunidos. La Vorágine ha tenido noticias desde Oix, sobre nuestra captura del navío estelar fletado para Grazil-Dos y a lo que parece, todo el Imperio conoce ya la historia. Me dieron detalles de cómo lanzar una nave en vuelo de dimensión curva desde el sistema de Deeva hacia el sistema de Tybor. Me rogaron que tratara de lanzarme dentro de La Vorágine, tan pronto como fuera posible. Yo traté de lanzarles dentro de la memoria la fórmula secreta del vuelo de la dimensión curva; pero me advirtieron de que la distancia entre nosotros, nos crearía dificultades, ya que la comunicación telepática desde mi lado hacia La Vorágine es aleo imperfecta y alguna parte de la fórmula, podría extraviarse.

Y al llegar aquí, se cortó nuestro contacto. Me quedé sentada en la nave, con mis bloqueos mentales abiertos tratando de localizarle, Kain, sin perder de la mente la posibilidad de aproximación de cualquiera de las cercanías de la nave. Repentinamente, tropecé con otras mentes mutantes, el alguna parte del Palacio de la Alianza; pero no pude localizarle. Una de esas mentes mutantes de segundo grado, era superior a las demás. Me dijo telepáticamente que eran esclavos de los Señores y qué uno de ellos había Sabido la traición de los Señores, habiendo preparado una trampa para capturarle a usted, Kain. Me costó un duro trabajo localizarle a usted en el Límite. Ese maldito lugar exhala fuertes emanaciones telepáticas, como balbuceos incoherentes; pero sin duda allí existe algo como una voluntad.

—Sí, no hace falta que nos lo recuerde, Karla —repuso Kain pensando en el horror de la monstruosa marisma viviente...

—Y cuando finalmente, llegué hasta ustedes —continuó Karla—, vi que el Límite intentaba derrotar a ustedes, mediante imágenes. Entonces creí llegado el momento de batirle con su mismo juego —terminó Karla, poniendo un nudo final en el vendaje del tobillo de Lell.

—¿Y ahora? —preguntó Kain, sin apartar la vista de la enorme carta estelar impresa en multitud de colores en la superficie, por medio de un tablero especialmente iluminado por los Controles del navío estelar.

—Ahora nos dirigimos rectamente hacia La Vorágine —determinó Karla.—. Nuestro aterrizaje en Cresna, ha sido después de todo, una, bendición. Hemos perdido un aliado; pero hemos ganado otro, de nuestra misma especie, perdimos una nave pesada y estrambótica y hemos conseguido una más ligera y moderna.

—Pero no olvide, Karla, que permaneceremos todavía mucho tiempo dentro de los dominios del Imperio. Podemos volar en dimensión curva; pero puede usted estar segura, de que han sido advertidos todos los puestos de vigilancia de cada sistema para acecharnos. En cuanto esta nave salga fuera de la dimensión curva, del continuo espacio-tiempo, seremos cazados.

Kain consideró atentamente la región del sistema de la estrella Tybor en la carta estelar multicolor. Mostraba un enjambre de mundos agrupados alrededor de un gran sol, que aparecía como una mancha roja, cerca de un círculo pintado de amarillo con la advertencia de La Vorágine. Era la pesadilla de los viajeros del espacio; pero al propio tiempo era el puerto de salvación para los tres fugitivos mutantes, si conseguían escapar a la vigilancia de las fuerzas concentradas para su detención, del Imperio. Sobre el mapa estelar, parecía algo remoto, casi, inaccesible. Encontrarían muchas dificultades. Kain había realizado una comprobación del agua contenida en la nave. La cantidad almacenada era pequeña. Había bastantes raciones alimenticias almacenadas. Aquella nave rápida, estaba diseñada para servicios urgentes dentro de un sistema, de planeta a planeta; pero no para un largo viaje estelar de gran alcance.

Más pronto o más tarde, el trío mutante, tendría que dirigirse a un planeta oxigenado y tomar tierra para aprovisionarse de agua.

Mientras, allá lejos, en el tiempo y en el espacio, sobre el planeta Cresna, se corrió la urgente alarma entre la policía del Imperio, de la fuga de Ios dos mutantes, tras la comprobación, por el aparato encontrado sobre. la arena, de la toma de tierra sobre el planeta y su ulterior escapada con la nave robada a la propia Policía Imperial.

Un grupo de técnicos de la policía, llegó urgentemente a donde yacía la nave abandonada sobre la franja arenosa de Cresna, cerca de Valdaruk. La examinaron cuidadosamente, tomaron nota de una serie de símbolos y de numerales contenidos en el predictor de sistemas de vuelo, en la dimensión curva, y volvieron con toda urgencia al Cuartel General de la policía, de la ciudad. Con aquellos dar tos, hicieron los cálculos correspondientes y establecieron el vuelo a. través de la Galaxia. Y descubrieron la región, hacia donde el navío robado se hallaba preparado para desplazarse, si conseguían escapar de la superficie de Cresna: ¡el sistema de la estrella Tybor, la azarosa región de La Vorágine!

Karla, en un momento de inconsciencia, debido a 1a- urgencia del caso, había hecho el juego a la policía del Imperio, dejando impresa en el predictor electrónico de la nave, la ruta espacial a seguir, cuyos datos le habían sido suministrados telepáticamente por los hermanos de La Vorágine, al abandonar tan rápidamente aquella nave y saltar a la otra, en la que había sido rescatada por Kain y ‘Lell. Y los sistemas de comunicación intergaláctica del Imperio, empezaron a comunicar a todos los mundos y sistemas solares del Nuevo Imperio:

—...Atención... atención... Vigilen el sistema de Tybor... sabemos que los fugitivos mutantes se dirigen hacia el sistema de Tybor... no dejen la alerta, por si emergen del vuelo en dimensión curva...

Aquella información llegó a las manos de Scudderman, que acababa de completar la inspección de la flota de persecución, autorizada por el Imperio Central. La flota, estaba a punto de despegar hacia el sistema de Deeva y al planeta Cresna, como punto de partida, para la búsqueda de los mutantes. Pero antes de llegar a las manos del Comandante, la información fue captada por los llamados Mutantes Leales, que trabajaban en el Centro de Comunicaciones del Imperio. Y un mutante, había transmitido al misterioso Oix:

—Imperio cree que los mutantes fugitivos apuntan al sistema Tybor. Están preparando una flota poderosa para ser concentrada alrededor de ese sistema, proponiéndose acecharlos para cuando salgan del vuelo en dimensión curva...

Y    poco después, en un pequeño edificio de baja estructura en Oix, los miembros destacados del verdadero corazón de la Liga Mutante, en un esfuerzo concentrado de poderes supernormales, enviaban conjuntamente un mensaje telepático a los Jefes de la Liga Mutante, en las lejanías de La Vorágine, Su mensaje llegó débil; pero insistente:

—Informen a mutantes fugitivos Imperio, que les acechan en Tybor para cuando abandonen vuele dimensión curva... informen a mutantes... infórmenles del peligro... infórmenles del peligro...

Los mutantes del primer grado del interior de La Vorágine, tuvieron conocimiento del urgente mensaje. Pero se hallaban incapaces de actuar, mientra» el navío estelar robado a la policía permaneciese en cualquier punto del espacio cósmico dentro de la dimensión curva. Ninguna mente tenía suficiente poder telepático en el área de La Vorágine, que pudiese tomar contacto con mentes que se encontrasen fuera del tiempo y el espacio.